Cada Sábado Santo decenas de miles de cristianos ortodoxos de todo el mundo se reúnen en la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén para uno de los mayores acontecimientos en la vida de los adeptos a esa rama del cristianismo: el descenso del Fuego Sagrado. Los ateos y escépticos creen que se trata de un fraude, pero para los creyentes es un verdadero milagro inexplicable. Sin duda, este controvertido fenómeno representa uno de los principales misterios de nuestros días, y despierta el interés tanto de científicos como de fieles de todo el mundo. ¿Qué sabemos sobre el descenso del Fuego Sagrado?
Desde la mañana del Sábado Santo fieles de todos los rincones del mundo esperan en oración el descenso de la Llama Divina. Cada uno sujeta en las manos 33 velas en memoria de la edad que tenía Jesucristo cuando murió. Según los testigos de este evento, algunos de ellos lloran por temor a que no aparezca el fuego, algo que, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, sería una señal de la aproximación del fin de mundo, junto con el descubrimiento del Arca de Noé y la desecación del roble de Mamre, el árbol de 5.000 años debajo del cual, según la tradición ortodoxa, rezaba Abraham.
- Primero el patriarca de la Iglesia ortodoxa de Jerusalén (el actual patriarca es Teófilo III) se despoja de sus vestiduras y es meticulosamente examinado por representantes de la Policía israelí. Los policías también examinan la capilla por si hay algún objeto que pueda ayudar a prender el fuego.
- Después el patriarca entra solo en la capilla-sepulcro (el Anastasis), que se encuentra dentro de la iglesia de la Resurrección, y empieza su oración. Junto con él, miles de creyentes rezan en la iglesia, sin contar a los millones de personas en todo el mundo que oran desde sus respectivos países. Todo el santuario permanece a oscuras, todas las luces están apagadas. La gente espera la venida de la Luz Santa.
“Avanzo a través de la obscuridad hacia la cámara interna, donde caigo de rodillas. Allí recito unas oraciones que nos han sido transmitidas a través de los siglos y, una vez terminadas, espero”, contaba el entonces patriarca de Jerusalén Diódoro I en el año 1998.
Existen testimonios de que el Fuego Santo no aparece solamente en el Santo Sepulcro, sino que puede aparecer en cualquier lugar de la iglesia, e incluso encender espontáneamente las velas de los fieles presentes y las lámparas de aceite de las paredes del santuario, que están cubiertas con un vidrio.
Los fieles atribuyen al Fuego Santo aún otra peculiaridad: dicen que durante los primeros minutos después de su aparición no quema. En el video siguiente se ve cómo un hombre hunde su barba en el fuego y esta no se consume.
La verdad es que ningún científico puede dar una respuesta concreta a esta pregunta. Se cuenta que cuando en la época medieval Jerusalén estaba bajo el dominio de los turcos musulmanes, sus gobernadores tenían todo el interés en desmentir la divinidad del Fuego Santo para confirmar, de esta manera, que el islam era la religión verdadera. Sin embargo, se dice que no lo lograron a pesar de todos sus esfuerzos.
Durante ese periodo los patriarcas empezaron a ser sometidos a registros más severos antes de la ceremonia del descenso del Fuego. Los turcos les registraban más minuciosamente para encontrar alguna muestra de fraude, y el descubrimiento de cualquier sustancia u objeto que pudiera utilizarse para prender fuego le hubiera costado la vida al jefe de la Iglesia ortodoxa de Jerusalén.
Un equipo de científicos rusos encabezado por el profesor de la Academia de Ciencias Naturales Pável Florenskii realizó en el año 2008 varias mediciones físicas en el lugar donde aparece el Fuego Sagrado.
La hipótesis principal de su trabajo era que la ignición se produce debido a una descarga eléctrica. Sobre la base de esta versión, se decidió registrar el espectro electromagnético de onda larga durante la misa y en el momento de la aparición del Fuego Santo.
La parte principal del experimento se llevó a cabo el 26 de abril del 2008 desde las 9:10 de la mañana hasta las 15:35 de la tarde, hora local de Jerusalén. El espectro de radiación electromagnética se registraba de manera automática dentro de una gama de frecuencias de 0 a 360 kHz. El fuego apareció entre las 15:04 y las 15:08.
Tras el análisis subsiguiente de las formas de onda se encontró que durante esos cuatro minutos hubo tres descargas de energía parecidas a las que tienen lugar durante descargas eléctricas. Un pulso de frecuencia radioeléctrica de alta potencia procedía de la zona del Anastasis.
Es decir, un potente pulso electromagnético se registró en el momento de la aparición del Fuego Santo, y no fue resultado de la gran cantidad de dispositivos electrónicos que se encontraban en el lugar, ya que los equipos electrónicos emiten señales de una frecuencia distinta a la de las descargas eléctricas.
“Hemos demostrado qué ocurre exactamente, y hemos descrito el fenómeno en términos científicos”, comentó el profesor Florenskii, que también señaló, sin embargo, que el estudio no encontró el origen del pulso, por lo que el científico no rechazó abiertamente la posibilidad de que su procedencia sea divina.
Las primeras menciones del descenso del Fuego Santo en la víspera de la Pascua datan del siglo IV y se encuentran entre las obras de Gregorio de Nisa, Eusebio de Cesarea y Silvia de Aquitania. El historiador san Gregorio de Nisa, por ejemplo, escribe que el apóstol Pedro vio como “una luz no creada” iluminó el Santo Sepulcro la noche de la Resurrección de Jesucristo.
El monje francés Bernardo en el año 865 realizó un peregrinaje a Jerusalén y en su itinerario describió así los sucesos: “El Sábado Santo por la mañana, después de la misa, la gente canta ‘Kyrie eleison’ (‘Señor, ten piedad’) hasta que se iluminan las lámparas que cuelgan sobre el Santo Sepulcro y el patriarca empieza a distribuir el Fuego entre los fieles”.
Otro historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea, que también vivió en el siglo IV, en su ‘Historia eclesiástica’ describe el milagro que tuvo lugar el Sábado Santo del siglo II, cuando el patriarca de Jerusalén era san Narciso.
Normalmente ningún representante oficial de la Iglesia católica presencia los hechos, aunque anteriormente, hasta finales del siglo XIX, los católicos y los ortodoxos rezaban juntos ante el Santo Sepulcro durante el Sábado Santo. En general, el clero católico no tiene una postura definida en cuanto a la Luz Santa y se divide entre los que creen que se trata de un milagro y los que no.
Por ejemplo, el papa Urbano II pronunció en el concilio de Clermont en el año 1095 las siguientes palabras: “En verdad, en este templo, el Sepulcro del Señor, Dios reposa, hasta hoy. No deja de manifestar milagros ya que, en los días de su Pasión, mientras todas las luces están apagadas, en su tumba y en la iglesia, de repente las lámparas apagadas se encienden”.
Sin embargo, en contraste con la postura de Urbano II, en el año 1238 el papa Gregorio IX denunció la Luz Sagrada declarándola un fraude. De todos modos, la Iglesia católica no da una respuesta clara y no se posiciona de manera rotunda sobre el origen divino o no de este fenómeno.
Puede parecer sorprendente, pero pocas personas en América Latina y EE.UU. conocen el descenso del Fuego Sagrado, a pesar de que en el mundo ortodoxo es el milagro más venerado por los fieles.
“Nunca he oído hablar de esto antes. Nadie en mi familia, nadie con quien hablé en EE.UU. oyó nunca nada de esto“, comenta Jack Hanick, un periodista y productor que colaboró con la cadena Fox News durante dos décadas y que actualmente vive en Rusia. “Cuando vine a Rusia, me sorprendió la importancia que se atribuye al descenso del Fuego Santo aquí”, añade.
Hanick, ganador de dos premios Emmy, adoptó el cristianismo ortodoxo en 2016 en Rusia. El periodista agrega: “Ni siquiera mis amigos de comunidades cristianas fuertes tenían ni idea… Y no es que dijeran ‘Oh, nosotros no celebramos esto’, sino más bien ‘Oh, nunca he oído de esto’“.
Actualmente Jack Hanick está trabajando en el desarrollo de Tsargrad, un canal que promueve los valores cristianos. El productor contó a RT cómo el equipo transmitió la festividad del Fuego Sagrado desde Jerusalén el año pasado: “Teníamos personas en Tsargrad que transmitían el descenso del Fuego; uno de ellos era un hombre que llevaba barba. Como dicen, la Llama Sagrada no quema, y él tomó la llama y se lavó la cara con el fuego… y su barba no se quemó”.