La forma en la que nuestros cerebros convierten en imágenes las distintas ondas de luz captadas por los ojos, en ocasiones pueden hacer ver al observador cosas que no son lo que parecen. Este fenómeno queda de manifiesto en una ilusión óptica conocida como “el agujero en expansión”.
Según detalla un equipo de psicólogos en su más reciente estudio, publicado este lunes en la revista Frontiers in Human Neuroscience, existe una gran variedad de patrones que “evocan sensaciones dinámicas conscientes de movimiento ilusorio, a pesar de ser estático”, y que describen una diversidad de cambios en su forma o tamaño.
Durante una serie de pruebas, los académicos se dieron a la tarea de explorar los procesos que lleva a cabo nuestro sistema visual al observar la citada ilusión. Así que mostraron a los participantes del experimento imágenes de un agujero negro que parece expandirse a medida que se observa. Los psicólogos evaluaron su impacto en la respuesta del ojo, concretamente en las variaciones del tamaño de la pupila.
Los resultados obtenidos
Tras medir los movimientos oculares, con sus contracciones y dilataciones inconscientes, de 50 participantes, a quienes se les presentó la ilusión en distintos colores, los expertos descubrieron que la tonalidad del punto central, así como la de los que lo rodean, afectan la intensidad con la que se percibe la expansión del agujero, siendo el color negro el que más la acentúa.
Los resultados de su investigación indican que, cuando el patrón era negro con fondo blanco, el 86 % de los participantes percibió el movimiento del agujero, mientras que el 80 % de estos logró notarlo cuando los puntos eran de algún otro color.
Del mismo modo, los autores determinaron que los agujeros negros provocaban una fuerte dilatación de las pupilas, mientras que las motas de color provocaban su contracción. “Cuanto más fuerte era la percepción subjetiva de la ilusión por parte de los participantes, más tendía a cambiar el diámetro de sus pupilas”, reportaron los psicólogos.
“Nuestros resultados muestran que el reflejo de dilatación o contracción de las pupilas no es un mecanismo de bucle cerrado, como una fotocélula que abre una puerta, impermeable a cualquier otra información que no sea la cantidad real de luz que estimula el fotorreceptor. Más bien, el ojo se ajusta a la luz percibida e incluso imaginada, no simplemente a la energía física”, concluyeron los científicos.