El fin del mundo se acerca. Pero un grupo de archimillonarios tiene un plan b para ese momento: un búnker de lujo, con piscina, gimnasio, jardines y todo tipo de comodidades para poder seguir adelante con su vida a salvo del apocalipsis. Eso sí, tendrán que convivir con otros archimillonarios en sus mismas circunstancias, todos ellos atrapados bajo tierra. Una noticia sobre los búnkeres de lujo que florecieron durante la pandemia sirvió de inspiración a Álex Pina, creador de La casa de papel, para su próximo proyecto en Netflix, ahora en fase de desarrollo y que tiene previsto comenzar su rodaje en 2023.
“Es una historia con muy mala leche, un gran ejercicio de ironía negra”, adelanta Álex Pina en una entrevista por videollamada. A su lado, Diego Ávalos, vicepresidente de Contenidos de Netflix en España, explica cómo el foco de esta nueva historia en las emociones de los personajes fue lo que más les gustó. “Encerrar a millonarios y que salga su humanidad o su falta de humanidad, da para mucho. Hemos visto cómo eso conecta con audiencias a nivel global y confiamos ciegamente en el talento de Álex y de Vancouver [productora de Pina]”, añade el ejecutivo.
En El búnker, título de esta serie cuya primera temporada estará compuesta de ocho episodios (y que, según Ávalos, tiene potencial para encarar más entregas), el apocalipsis es una excusa. “No es una distopía, no tiene connotaciones sórdidas, sino que es un entretenimiento puro con un grandísimo giro que no podemos contar y que cambia la perspectiva del espectador”, adelanta Pina.
Esta será la cuarta serie del guionista en la que sus personajes están atrapados en un espacio. “Los encierros me resultan muy jugosos porque las pasiones se liberan”, dice quien, además de La casa de papel, estuvo detrás de títulos como Vis a vis o El barco. Esta última, además, también situaba a los personajes en el fin del mundo. “Aquí nos enfrentamos a un ejercicio en el que el espectador es cómplice de un ejercicio de ironía negra brutal. Y mostrará a las grandes fortunas encerradas, conviviendo con sus grandes problemas familiares, con sus vecinos competidores, mientras en pantallas de led ven paisajes nevados o que se les acerca un reno, todo artificial. Viven una vida artificial, y nos gustaba mucho explorar este modo de vida de quienes han tenido el privilegio de salvarse del fin del mundo pero ahora viven encerrados y dan rienda suelta a conflictos que ya traían de la vida en libertad”, continúa Pina.