Un equipo de investigadores del Instituto Italiano de Tecnología desarrolló una batería completamente comestible y recargable concebida para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades del tracto gastrointestinal.
El prototipo del dispositivo funciona a una inofensiva tensión eléctrica de 0,65 voltios y proporciona una corriente de 48 microamperios durante doce minutos, dentro del rango necesario para proporcionar una fuente de alimentación a dispositivos electrónicos diminutos, según un comunicado del instituto.
“Los potenciales usos futuros van desde circuitos y sensores comestibles que puedan monitorear las condiciones de salud hasta la alimentación de sensores para monitorear las condiciones de almacenamiento de alimentos”, explicó el autor principal del invento, Mario Caironi, investigador de electrónica molecular.
Los científicos han buscado inspiración en las reacciones redox bioquímicas (cuando una molécula pierde electrones y se oxida), que ocurren en los cuerpos de todos los seres vivos. Los experimentos llevaron a un conjunto de productos alimenticios a partir de los cuales se puede crear una batería completamente comestible.
El ánodo está hecho de riboflavina, una vitamina B2 que se encuentra, por ejemplo, en las almendras. Se utilizó quercetina de alcaparras como cátodo. Para aumentar la conductividad eléctrica, se usó carbón activado y el electrolito fue creado a base de agua.
Para evitar un cortocircuito, los científicos utilizaron algas ‘nori’ (las que se usan para hacer sushi) como fusible. Finalmente, los electrodos fueron encapsulados en cera de abejas, de la que salen dos contactos de papel de oro de grado alimenticio (usado en pastelería) sobre un soporte derivado de celulosa, según la descripción del trabajo publicada en Advanced Materials.