En una zona caracterizada por una primavera seca y un verano lluvioso, el conocimiento de los ciclos estacionales era de vital importancia para las poblaciones prehispánicas asentadas en la Cuenca del Valle de México para asegurar la producción necesaria de alimentos. Sin embargo, la forma en la que estas antiguas civilizaciones medían el tiempo para realizar las prácticas agrícolas ha sido objeto de debate entre la comunidad científica.
A pesar de que los cronistas españoles como Motolinía, Sahagún y Durán documentaron el uso de calendarios, el ‘xiuhpohualli’ o cuenta del año y el ‘tonalpohualli’, de uso ritual, la forma en la que los mexicas lograron medir con gran precisión las estaciones, e incluso ajustar las cuentas calendáricas a los años bisiestos, había sido poco comprendida. Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de California demostró que estos utilizaban las montañas del Altiplano central de México como un vasto observatorio solar.
Durante la época prehispánica, la Cuenca del Valle de México contaba con una población de cerca de 3 millones de personas, una cantidad de habitantes que superaba ampliamente a varios de los centros urbanos europeos más importantes de aquel tiempo. Esta densidad demográfica requería de un sistema agrícola capaz de producir grandes cantidades de alimentos para garantizar la supervivencia de los antiguos pueblos mesoamericanos que poblaron el área.
A lo largo de su investigación, los expertos analizaron manuscritos mexicas en los que se hacía referencia al monte Tláloc. Tras explorar el templo en la cima de esta montaña y su relación con la cadena montañosa que rodea el Valle de México, los expertos descubrieron que la larga calzada hallada en el recinto se alinea perfectamente con el sol naciente el 24 de febrero, el primer día del año nuevo mexica, observaciones que fueron confirmadas con modelos informáticos astronómicos.
Según detallan los científicos en su más reciente investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, medir el tiempo de esta manera es posible ya que el sol, visto desde un punto fijo de la Tierra, no sigue la misma trayectoria todos los días. En invierno, explican, se desplaza al sur del ecuador celeste y sale hacia el sureste. Al acercarse el verano, la salida del astro se desplaza hacia el noreste, un fenómeno denominado declinación solar.
“Llegamos a la conclusión de que debían situarse en un único punto, mirando hacia el este de un día para otro, para determinar la época del año observando la salida del sol […] Nuestra hipótesis es que utilizaron todo el Valle de México [como observatorio] y su instrumento de trabajo era la propia cuenca. Cuando el sol salía en un punto determinado detrás de las sierras, sabían que era el momento de empezar a sembrar”, apuntó Exequiel Ezcurra, coautor de la publicación.
Para los expertos, esta metodología aún podría ser práctica para los investigadores, ya que, al observar el avance de la capa de árboles hacia la cima de la montañas, es posible determinar variaciones climáticas a lo largo de los años.
“En la década de 1940 la línea de árboles estaba muy por debajo de la cumbre. Ahora hay árboles que crecen en la misma cumbre […] Lo que fue un observatorio para los antiguos podría ser también un observatorio para el siglo XXI, para entender los cambios climáticos globales”, concluyó Ezcurra.