“El mundo está retrocediendo en sus esfuerzos por acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición para 2030, un objetivo establecido por las Naciones Unidas en 2015”, afirma la edición correspondiente a 2022 del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo, publicada este miércoles por cinco organismo de la ONU.
Elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), el estudio destaca también el avance de la pobreza extrema y la creciente desnutrición crónica.
El informe indica que el número de personas afectadas por el hambre en el mundo llegó a 828 millones en 2021 -el 9,8% de la población mundial-, un aumento de 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el comienzo de la pandemia de COVID-19.
El texto lamenta las proyecciones para 2030, que apuntan a casi 670 millones de personas -el 8 % de la población mundial- todavía con hambre, incluso calculando una recuperación económica global. El número no está lejos al de las personas hambrientas en 2015, cuando se fijó la meta de poner fin al hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para fines de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Mujeres e inseguridad alimentaria
El estudio detalla que en 2021 unos 2300 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria a nivel moderado o grave, 350 millones más que al principio de la pandemia; y casi 924 millones -11,7% de la población mundial-, la enfrentaron en niveles severos, un incremento de 207 millones en dos años.
Las cifras desagregadas marcan que el 31,9% de las mujeres sufrió inseguridad alimentaria, una proporción mayor que el 27,6% de los hombres afectados por el mismo flagelo. Los números representan una brecha de género de 4 puntos porcentuales, en 2020 la diferencia era de 3 puntos.
Las agencias refieren que cerca de 3100 millones de personas no pudieron permitirse una dieta saludable en 2020, 112 millones más que en 2019, lo que refleja los efectos de la inflación en los precios de los alimentos al consumidor derivados de los impactos económicos de la pandemia de COVID-19 y las medidas implementadas para contenerla.
Niños emaciados
Además, casi 45 millones de niños menores de cinco años presentaron emaciación, la forma más letal de desnutrición ya que aumenta hasta doce veces el riesgo de que mueran; mientras que 149 millones de menores de cinco años tenían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en sus dietas. Por otra parte, 39 millones tenían sobrepeso.
El estudio cita avances en la lactancia materna exclusiva, con casi el 44% de los bebés menores de seis meses del mundo alimentados sólo con leche materna en 2020. La cifra aún está por debajo del objetivo del 50% para 2030.
Crisis de alimentos
Los organismos explican que existe una crisis de alimentos debida a la afectación de las cadenas de suministro por los cada vez más frecuentes eventos climáticos extremos, sobre todo en los países de renta baja.
A esta situación se agrega la guerra en Ucrania, que involucra a dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes. La conflagración altera las cadenas de suministro internacionales y eleva los precios de los cereales, los fertilizantes, la energía y los productos preparados, como la fórmula terapéutica para niños con desnutrición severa.
Comida nutritiva para todos
Los autores del informe consideran que, dadas la amenaza de la recesión mundial en puerta, y las implicaciones que esto tiene sobre los ingresos y gasto públicos, una forma de apoyar la recuperación económica sería reorientando el apoyo alimentario y agrícola para enfocarse en alimentos nutritivos ya que el consumo per cápita de éstos no coincide con los niveles recomendados para dietas saludables
“La evidencia sugiere que si los gobiernos reorientan los recursos que están utilizando para incentivar la producción, el suministro y el consumo de alimentos nutritivos, contribuirán a que las dietas saludables sean menos costosas, más asequibles y equitativas para todos”, sostienen las agencias de la ONU.
Para concluir, plantean que los gobiernos podrían hacer más para reducir las barreras comerciales a los alimentos nutritivos, como frutas, verduras y legumbres.
Situación grave en América Latina y el Caribe
El estado del hambre y la nutrición en América Latina y el Caribe no es mejor que en el resto del mundo.
De acuerdo con el informe, entre 2020 y 2021, cuatro millones de personas se sumaron al conjunto de hambrientos en la región.
El retroceso se produce después de un aumento ya desalentador de nueve millones de personas entre 2019 y 2020.
Con respecto a las personas desnutridas, el número se ubicó en 56,5 millones en 2021, el 8,6% de la población regional.
El representante de la FAO para la región calificó la situación de “extremadamente grave”.
“En sólo dos años, trece millones de personas han caído en el hambre. Y cuatro de cada diez viven con inseguridad alimentaria, mientras que todavía tenemos que prepararnos para los impactos de la crisis alimentaria actual, incluida la guerra en Ucrania”, dijo Julio Berdegué.
Según el informe, en América Latina y el Caribe se concentra el 7,4% de la población mundial que sufre hambre; más de la mitad de las personas hambrientas vive en Asia, y más de un tercio en África.
Los organismos resaltaron que el hambre casi se ha duplicado en América del Sur desde 2015 y que, con más del 16%, el Caribe presenta la mayor proporción de población hambrienta en la región. En centro y Sudamérica, ese número es de un 8%.